Hubo un catorce de mayo en el que faltó una pieza de puzle.
En los dos años siguientes la pieza fue buscada hasta la
extenuación. Probamos mil piezas… o más. Parecía que encajaban pero siempre
quedaba un hueco.
El año que siguió a esos dos anteriores nos dedicamos a
quitar las piezas que sí encajaban, una a una. Una vez te tocaba a ti y otra
vez me tocaba a mí. Quizás para ver si, escondida, la pieza que faltaba
aparecía.
El puzle dejó de ser puzle para convertirse en rompecabezas
y nunca conseguimos que todo encajara.
Hoy sólo queda la caja que contenía todas aquellas piezas.
Menos una… Esa pieza nunca se fabricó, nunca pudimos encontrarla porque nunca
existió!
Tal vez me equivoque, pero este texto es una radiografía de una relación maltrecha. Una caja, que somos nosotros, llena de piezas que son nuestras espectativas. Las vamos uniendo poco a poco, con satisfacción y agrado. Pero el puzle, nuestra relación como la deseamos, está incompleto y con ello nuestras espectativas. No renunciamos a conseguirlo poniendo todos los esfuerzos posibles, pero nada, falta algo. Con el tiempo desmontamos aquellas piezas puestas, ya no tiene sentido. Queda solo la caja, nosotros.
ResponderEliminarUn besote
Pues así tal cual, Cormo!
ResponderEliminarLo injusto y triste es cuando el otro sigue convencido de que ha sido el uno el que ha escondido esa pieza que nunca estuvo...