martes, 29 de mayo de 2012

selenia


Con la costumbre de guiar sus emociones por el influjo de la luna  -porque la hermosa luna es sorda y fría- pocas noches se movía de su cuarto, tenía miedo de que las uñas comenzasen a crecer y los ojos enrojecieran y se le llenase la espalda de vello.


Miraba el resplandor desde la ventana y se preguntaba por lo que habría en la otra cara. Imaginando selenitas se le pasaban las horas. Deseaba poner sus labios en ella, en la luna, y agotaba los segundos imaginando lagos blancos en los que zambullirse mientras aullaba.

3 comentarios:

  1. No sabía cómo reaccionaban los demás, ante el influjo de la luna, personalmente me dejo llevar por mi instinto de supervivencia y me aparto de la manada.
    Mantengo un dialogo de miradas cruzadas, viendo como su plenitud ilumina el territorio, dando fuerza a nuestros aullidos.
    Un saludo, me gustó mucho.

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  2. Bienvenido Alfred!, qué ilusión!

    Parece que habemos unos cuantos lunáticos con tendencias licantrópicas, jeje..

    Un abrazo!!!

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  3. Llevamos rejas desde que tenemos el llamado "uso de razón". Nos encerramos por miedo a hacer daño a los demás. Esa es nuestra escusa para que no nos hieran. Es nuestra forma de vida desde... ¡Yo qué se! Solo ante la luna, quizas por su lejanía o por su mudez, somos capaces de ser nosotros mismos, de sentirnos como tal, sin tapujos, desnudos.
    Impresionante foto la de esa loba que debería salir sin miedos.
    Un besote y buen fin de semana

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